Si hay algo que nos une en los pueblos, es el olor inconfundible de un buen asado. En cada región, en cada casa, y en cada reunión familiar o festiva, el cordero y el cabrito asado son mucho más que un plato: son una tradición viva, una costumbre que pasa de generación en generación y un ritual de encuentro que convierte cualquier ocasión en una fiesta.
El arte de los asados de pueblo
El asado de pueblo no es solo una receta; es una ceremonia. Todo comienza con la selección de la carne: cordero o cabrito, siempre de la mejor calidad y criado en la zona. Luego, la paciencia entra en juego. El horno de leña es el protagonista, con su fuego lento y su calor envolvente que hacen que la carne quede tierna y jugosa.
En muchos pueblos de Segovia y otras regiones de España, el asado es una técnica heredada de los antiguos pastores, que aprendieron a cocinar la carne en hornos de adobe, con poca manipulación pero con un resultado excepcional. No hace falta más que sal, agua y, en algunos casos, un ligero toque de ajo o laurel para resaltar el sabor natural de la carne.
Asados de pueblos en fiestas y celebraciones
El cordero y el cabrito asado son el centro de las celebraciones más importantes en los pueblos. Desde la Navidad hasta las bodas, pasando por las fiestas patronales y las reuniones familiares, siempre hay un buen asado presidiendo la mesa.
Una costumbre muy arraigada en muchos municipios es el asado comunitario, donde vecinos y familiares se unen para cocinar grandes piezas de carne en hornos tradicionales. Este tipo de eventos refuerzan el sentido de comunidad y mantienen vivas las tradiciones culinarias que han dado identidad a cada pueblo.
El papel del horno de leña
Uno de los secretos mejor guardados del asado de pueblo es el horno de leña. Su construcción suele ser artesanal, con materiales como adobe o ladrillo refractario, que retienen el calor y lo distribuyen de manera uniforme. La leña utilizada también influye en el sabor final: el encino, la encina o el roble aportan aromas únicos a la carne, realzando su sabor sin enmascararlo.
El proceso de asado es lento, entre dos y tres horas a fuego moderado. El resultado: una carne dorada, con la piel crujiente y un interior jugoso, que se deshace en la boca.
Tradición que se mantiene viva
Hoy en día, aunque las cocinas modernas han evolucionado, el asado de pueblo sigue siendo un emblema de la gastronomía tradicional. Ya sea en un restaurante de la zona o en una casa familiar, disfrutar de un buen cordero o cabrito asado es viajar en el tiempo y saborear la historia de nuestro entorno rural.
En Dorea sabemos que un buen asado es mucho más que comida: es reunión, es alegría y es tradición. Por eso, seguimos apostando por productos de calidad que respetan estas costumbres y llevan a tu mesa el auténtico sabor del pueblo.
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